martes, 22 de marzo de 2016

Camilo

Hola, elefantes, y disculpad la ausencia. No me entretendré en explicaciones: os dejo con Camilo.

Un hombre se sienta tras el escritorio. Está medio calvo, y lleva gafas de montura metálica que hacen que sus ojos parezcan mayores de lo que son. Bajo gafas y ojos hay ojeras y bolsas, como si el insomnio ya hubiese alcanzado la categoría de sistemático. Tiene la piel de la frente surcada de arrugas profundas, como erosión que afectare su otrora privilegiado cerebro. Los finos labios están fruncidos, la boca torcida en un gesto de disgusto. La nariz, torcida como la boca pero permanentemente, respira lenta y casi dolorosamente. Su fúnebre semblante sería temible, pero el hecho de que, inconsciente y sumido en sus pensamientos, tenga el dedo corazón de la mano izquierda sirviendo de apoyo a su cabeza, casi como si fuese a caérsele si lo retirase de la sien, hace imposible la solemnidad necesaria. Por no hablar de que su mirada está perdida, aunque sí se ven sus iris marrones. La luz blanca que ilumina toda la habitación se contrasta en su caso con la amarillenta que emana una lamparita art nouveau que tiene encima de su mesa. Ilumina asimismo unas cuantas pilas de papeles, bajas, que mañana ya no estarán allí. Hay bolígrafos dentro de un lapicero de madera.

Camilo sale de su delirio y te mira de arriba abajo. Ahora que ha vuelto a este mundo, su mirada es terrible. Recorre tu silueta de arriba abajo, ve cómo tu físico rompe los cánones de la perfección y el número de oro, encuentra media docena de defectos y otras tantas virtudes. Hay una virtud que envidia de ti, no puede esconderlo: eres joven, eres más joven que él, y él forma parte de esa gente que mira a los jóvenes con el deseo de volver a su edad ahora que son sabios, pero que sabe que no puede. Se limita a mantener su expresión de superioridad, de suficiencia, y a detener su mirada en la tuya, a clavar sus ojos despiadados en los tuyos, como el lobo que se abalanza sobre el cordero y le desgarra el cuello de un mordisco. Diez segundos le lleva despertar, recorrerte, destrozar salvaje y atroz tu voluntad y tu amor propio y hablar.

-Dígame, ¿qué desea?

Tragas saliva, un escalofrío recorre tus piernas. Eres incapaz de abrir la boca por un instante, porque se te ha vuelto pastosa, se ha secado. Sabes lo que deseas, sabes a qué has venido, pero cuando entraste no sabías lo que iba a pasarte. Te sientes como si él fuese infinitamente grande, como una ballena, como el Sol, como el universo entero, y tú sólo fueses una hoja de hierba, un minúsculo suspiro, un átomo, de esos que dicen que componen el universo. Te sientes como si Camilo fuese la habitación en la que está, como si su mirada viniera de todas partes, como si ni moverte siquiera pudieras hacer sin que él saltase a por ti a abroncarte, a hacerte temblar presa del más inefable horror. El valor ha desaparecido, la chulería también, y la esperanza, que dicen que es lo último que se pierde. Ante Camilo nada vale. No puedes mentir, pero ni siquiera te lo planteas. Son los cinco segundos más largos y angustiosos de tu vida y de las cien vidas que vas a volver a vivir. Pero tienes que contestar antes de que se enfurezca la bestia.

-Vengo a devolver este libro, pero me he pasado de la fecha.

-No hay problema, a ver si consigo quitarte la penalización cambiando el día en que lo sacaste.

Gracias, musitas, y Camilo sonríe. Y cuando estás saliendo del edificio, volviendo a la lluvia que fuera inunda las calles y los zapatos baratos, sigues sin salir de tu asombro.

¡Espero que os haya gustado! Prometo que estas vacaciones intentaré limpiar un poco las telarañas. ¡Abrazos de elefante!

9 comentarios:

  1. Me encantó! (Esto de ser lectora beta mola mola)

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  2. Hola!
    He llegado a pensar que Elefun había muerto, desaparecido para siempre o raptado :( En fin... Bienvenido de nuevo jajaja. Me ha gustado que utilizases la segunda persona, el relato se vuelve mucho más intenso. Espero que no desaparezcas tanto!!
    Con cariño,
    Lurei Book

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  3. Ya sabes mi opinión sobre este texto, pero aún así, debes saber que ha vuelto a sorprenderme el final. Un besico en la frente, a la que probablemente no llegue ni subiéndome a un banco.

    -La Leidi

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  4. He tardado una eternidad en celebrar tu regreso, pero la Semana Santa en mi casa es igual a locura.
    Nunca había pensado que un texto en segunda persona quedara tan curioso. Y me gusta mucho el tema escogido, que más de una vez me ha logrado hacer sudar la gota gorda.
    Es un placer tenerte por aquí de nuevo, pequeño elefantito.
    Un beso
    Lena

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