miércoles, 2 de septiembre de 2015

La ola

¡Ola a todos! No, no es falta de ortografía, es un juego de palabras, pero es tan malo que voy a volver a empezar.
¡Hola a todos! Hoy, queridos elefantes, os traigo algo rescatado un poco del baúl de los recuerdos, escrito hace unos meses. Espero que os guste tanto como a mí. Se titula "La ola", por motivos obvios. ¡Estoy ansioso por saber lo que opináis!

Cuando abro los ojos, veo la ola.

Me encantaría decir que la veo a ella, pero sería mentir. Veo la ola, veo esa enorme masa de agua tan alta que llega a las nubes, tan terrible como un huracán desbocado. No es una ola al uso, ni siquiera obviando su tamaño. No rompe como rompe una ola, no fluye como fluye una ola. En la parte delantera - la única que veo - aparece la cabeza de un león rugiendo, luego una serpiente preparada para morder, un caballo indomable que se levanta encabritado, un elefante dando bandazos con la trompa mientras barrita, y luego vuelta a empezar, o quizás otra bestia innombrable. La fuerza de la Naturaleza - con mayúscula - está en esa ola.

Y delante de Dios hecho agua, corriendo hacia mí - huyendo de mí - está ella. Lleva un vestido blanco precioso que la hace brillar, contrastando con su pelo negro, liso y salvajemente azotado por la carrera. Cuando la veo, oigo el sonido de un muro de agua al caer, tan horrible como el anterior, pero a mi espalda. Y echo a correr.

Corro como los animales que huyen del fuego en el bosque. Corro - huyo - hacia ella, porque sé que mi única esperanza de sobrevivir a la ola es abrazarla, y bueno, si no funciona, al menos morimos juntos. Siento la arena blanca bajo mis pies. Ambos huimos a la par, cada vez más cerca... Y cada vez más cerca de la ola - de cada ola. Se agota el aliento, se queman los pulmones.

Al fin sucede. La ola nos atrapa, nos alcanza, nos coge, nos envuelve la espalda en un mar de dolor, sufrimiento, miedo, pena y muerte. Y al mismo tiempo sus brazos dulces de suave seda se funden con los míos. Y con el bello, deseado, ansiado, necesario abrazo, las olas estallan con un sonido atronador que, sin embargo, es música para nuestros oídos.

De repente, ella ríe. Es una risa clara, cantarina, que envuelve tu alma como una cuerda ata a un algolágnico, sin resistencia. Es una risa que se contagia. Yo río. Y mientras la ola se desmorona a nuestro alrededor y el agua cae sobre nuestras cabezas, reímos. Reímos como lo que somos, como dos dementes que se salvan del mismo Tártaro. Y entonces hablo, recalcando la obviedad.

-Hemos sobrevivido.

-Ese es el verdadero significado del amor.

Y entonces ella se acerca para besarme, y yo me despierto, y vuelvo a intentar dormirme para encontrarme con ella, para que el amor nos salve a las dos del resto de nuestra realidad.

sábado, 29 de agosto de 2015

"20" songs tag

Bueeeeeeeeeeeeeeeeno, aprovechando que lo he visto en Sweet Dandelion y Mrs.Ollivanders, voy a hacer este tag, que como podréis deducir va de música... ¡vamos allá!

Canción favorita:

Venga ya. La primera en la frente. ¿Hay de verdad alguien que sólo tenga una canción favorita? Voy a tener que poner la canción en la que siempre pienso cuando quiero sacarme otra de la cabeza, cosa que no funciona demasiado bien, pero bueno: Man on the Silver Mountain, de Rainbow. Decidme que ese riff no es perfecto. Con esta canción me pasa como con Carrie, el libro de Stephen King: son casi parte de mí de tanto escucharla/leerlo.


Canción que más odias:

Aquí, aparte del reguetón, de la discografía completa de Melendi (no me matéis) y de la mayoría de artistas modernos, voy a meter a Green Day, o mejor dicho a sus últimos discos. Ya vais servidos, no creo que haga falta que añada vídeos aquí.

Canción que te pone triste:

Samson, Hero, y en general cualquier canción de Regina Spektor, consigue ese efecto de sobra. Y también una versión de Ella Fitzgerald de I've Got the World on a String, que está en un disco perdido por mi casa. Pero, sobre todo, Samson.


Canción que te recuerde a alguien:

CASUALIDADES DE LA VIDA son las que hacen que coincida con Esther en esta: Flowers in your Hair. The Lumineers. Lo bueno, si breve, dos veces bueno.


Canción que te ponga feliz:

Otra difícil, la verdad. Kung Fu Girls, de Blondie, es una de mis canciones preferidas, y me suele espabilar y animar bastante.


Canción que te recuerda a un momento específico:

Aquí me cuesta bastante que se me ocurra alguna, porque no suelo asociar música con momentos - si es un mal momento te puede estropear la canción, y si es bueno, puede que te quedes adicto a ella hasta que te canse: Rip Her to Shreds, otra de Blondie, fue mi despertador bastante tiempo, y eso me la ha estropeado bastante (y me encantaba). Supongo que podría escoger esa, pero como seguramente haya más Blondie por aquí, prefiero no poner nada. En vuestras conciencias queda buscarla o no.

Canción cuya letra te sabes perfectamente:

Aparte de muuuuuuchas en español, también me suelo intentar aprender las letras de mis canciones favoritas en inglés. I, de Black Sabbath, Carolina Country Ball, de Elf, que no es que sea muy difícil... Pero, sobre todo, White Rabbit, de Jefferson Airplane. Y si no me crees, go ask Alice.


Canción que te haga bailar:

Aquí, sin duda alguna, va una de ABBA. Dancing Queen, diréis, y sí, esa también, pero una aún más, desde que vi en un hotel en el que el equipo de animación representaba Mamma Mia! (a su manera...) a la mitad de la audiencia hacer el mismo paso de baile. Bueno, paso no, porque mover movían los brazos, pero... Me entendéis. Gimme! Gimme! Gimme! (A Man after Midnight), cuya versión en español, titulada Dame amor esta noche vale su peso en oro. Las canciones no pesan. Ahí os lo dejo.


Canción que te haga dormir:

Si una canción me hace dormir, mala señal, porque o me parece horrible o tengo tanto sueño que no tendréis noticias de mí en semanas. No se me ocurre ninguna que me haga dormir específicamente, pero me he dormido con algunas que parecía que no me dejarían dormir (por eso las estaba escuchando, para seguir despierto). Por ejemplo, con Welcome to the Jungle, de Guns'n'Roses.


Canción que te gusta en secreto:

Un secreto nunca debe ser desvelado...en realidad no hay canciones que me dé vergüenza que la gente sepa que me gustan. Es mi música, tiene que gustarme a mí.

Canción con la que te sientes identificado:

No sé por qué, pero con Un cuento sobre el agua, de La Oreja de Van Gogh. Una de mis canciones favoritas durante años.


Canción que te solía encantar y ahora odias:

Hay varias canciones de las que me he cansado, pero que haya llegado a odiar... No se me ocurre ninguna.

Canción de tu disco favorito:

No creo que supiera escoger mi disco favorAJAJAJAJAJAJAJJAJAJJAJSJAJJJAHAJAJAJAKAJ mi disco favorito es Rising, de los ya mencionados (en más de una entrada de este blog) Rainbow, y todas sus canciones son perfectas, así que... Os dejo el disco entero. Nótese (o no) que la mitad del álbum son 4 canciones y la otra mitad 2. Puede parecer un dato sin sentido, pero lo es.


Canción que puedas tocar con algún instrumento:

Sin duda, y a pesar de mis intentos de incluir en la lista Samson (la previamente mencionada) y Defying Gravity, de Glee, la única que puedo mentar y que toco con el piano decentemente (bueno, no tanto como decentemente, pero se intenta) es Dance Anthem of the 80's, también de Regina Spektor.


Canción que te gustaría cantar en público:

La lista es interminable, pero sin duda empieza con Heaven and Hell, de Black Sabbath, y con la letra completa de cuando la tocaban en directo, no como lo hacen en el álbum (homónimo, por cierto), que tiene unos lyrics más cortos. Así que aquí irá un directo, interpretado por (otra vez) Heaven and Hell, banda que viene a ser la unión de los mismos músicos que grabaron el tema por primera vez pero con otro batería, que reemplazó al que grabó la canción antes de comenzar la gira, allá por los 80. ¿Caos? ¿Dónde?


Canción que te gusta para conducir:

Yo no conduzco, así que otra sección que se nos queda en blanco.

Canción de tu infancia:

Alfonsina y el mar, en la versión de Pablo Milanés, canción que le encantaba y encanta a mi madre. Como no la encuentro, os dejo la de Mercedes Sosa.


Canción que nadie espera que te guste:

Aquí valdría cualquiera de Madonna, pero por escoger una que me gusta especialmente, elegiré Vogue. No entiendo muy bien lo que pasa con Madonna, no es incompatible con el heavy metal, o sí, pero me da igual. Además, en esta canción menciona a Grace Kelly (como la canción de MIKA, Grace Kelly, en la que también "sale" Mercury), cosa que le da puntos. ¿Obsesión? ¿Dónde? Con el caos anterior de Heaven and Hell. Venga, que me enrollo, Vogue.


Canción que quieres que suene en tu boda:

Esto es algo en lo que no suelo pensar, llamadme raro, pero puestos a elegir una sería Absolute Beginners, de David Bowie, que me encanta y me parece de lo más romántico que escucho.


Canción que quieres que suene en tu funeral:

Aun partiendo de que yo soy inmortal hasta que se demuestre lo contrario (no hace falta que probéis), supongo que en mi funeral habría que poner algo de Dio, como We Rock, aunque se me ocurran canciones más apropiadas (After All (The Dead), de nuevo de Black Sabbath, sería un buen ejemplo). Por gusto pondría King of Rock and Roll, pero todo apunta -de momento- a que no voy a ser el rey del rock, así que...


Y hasta aquí el tag en sí. PERO como he dejado varias en blanco y ha habido varias preguntas que me parece que serían oportunas pero no aparecían en el tag, se me ha ocurrido -soy genial- hacer cinco canciones más para el tag, una por cada categoría en blanco.

Canción que te recuerda a una película/serie:

Aparte de las intros de anime, hay una canción que siempre me recuerda a una de mis películas favoritas, 500 días de verano (500 days of Summer), y es Us, de Regina Spektor. Me parece perfecta tanto para la película como para cualquier relación.


Canción que te dejó adicto a ella:

Otra lista infinita, pero como aún no les he mencionado, meteré una de Of Monsters and Men: King and Lionheart, que siempre me emociona. Un elefante sensible éste. Además, la temática de monstruos, héroes y fantasía de este grupo (y de otros que me encantan, en los que generalmente participaba Ronnie James Dio) es mi favorita en la música, junto a la de amor, cosa que pasa también en los libros.


Canción instrumental que te gusta:

Un poco más de Black Sabbath o de Dio podría quedarse en esta sección, pero, aun a costa de Rat Salad o de los solos de batería de Vinny Appice pondré Embryonic Journey, de Jefferson Airplane. Dicen que la mayor parte de esta canción la toca Jerry Garcia (sí, sin acento), el difunto guitarrista de Grateful Dead, pero sea o no verdad está acreditada a la Jefferson, y sea o no verdad sigue siendo una obra maestra. Hace un tiempo me encontré esta canción descrita como "Si las mariposas pudieran tocar la guitarra..."


Canción en directo que te encanta:

Aquí no hay duda alguna posible. Catch the Rainbow, de Rainbow (otro día hablaremos de Dio, Blackmore y los arcoíris), me parece millones de veces mejor en directo - en cualquier directo - que en la versión del álbum, aunque dure mucho más. Igual que en la previamente mencionada Heaven and Hell, la letra del directo cambia, y en este caso aumenta, aunque la voz no es precisamente la clave de esta canción, sino que la armonía de todos los instrumentos es lo que la hace espectacular. Catch, the Rainbow, this song.


Canción favorita en un idioma que no hables ni entiendas:

Para acabar, otra de Regina Spektor, que canta The Prayer of François Villon en ruso. Ruso, nada menos, pero la canción es preciosa igualmente. Una vez busqué la traducción, y recuerdo que repetía bastante "no te olvides de mí", sentimiento que comparto. Hasta aquí la entrada, ¡cortamos y cerramos!



PD: Acabo de darme cuenta de que me sé de memoria la mayoría de canciones de la entrada. Así que podéis sustituir White Rabbit por cualquier otra. ¡A vuestro gusto!

viernes, 28 de agosto de 2015

Pasen y vean - Concurso de terror de Compases Rotos

Hooola elefantes, como sabéis, hace unos días que en realidad son más de un mes, Elefun Lena J. Underworld, del blog Compases rotos, organizó un concurso de relatos de terror. La idea me pareció estupenda, así que decidí participar con este relato:

PASEN Y VEAN

-¡Pasen y vean! ¡Pasen y vean, damas y caballeros! Pasen y vean la superioridad del hombre ante la bestia, la primacía de la tecnología frente a la magia, la preferencia del orden ante el caos. ¡Sólo en el Circo del Horror podrán ustedes verle! Ver… ¡a la mismísima Bestia, salida del Averno! Mírenla, ahí, postrada en un lecho de paja, con cadenas de hierro forjadas sobre sus propias muñecas. Miren sus alas de murciélago gigante, rotas, con la piel hecha jirones. Noten su deliciosamente espantoso hedor, a azufre y podredumbre, a mierda y sudor. Vean sus mandíbulas, sus enormes dientes afilados como puñales y su viperina lengua negra, musculada y venenosa. Teman sus poderosas patas, fuertes y llenas de heridas, bien sujetas por grilletes y cuerdas. ¡No se acerquen a sus zarpas de medio metro o perderán la cabeza! Y, por supuesto, ¡cuidado con su cola! Si escuchan el restallido de un látigo, es sin duda ella, preparada para agarrar a sus hijos y arrastrarlos hasta sus fauces… ¡Pasen y vean!

-Y ahí vuelves a empezar – completó el señor Hyde tras la parrafada de su socio Whateley. – Es un texto simple para aprenderse de memoria, y pagamos bien. ¿Qué te parece?

-Acepto encantado, señores. ¿Cuándo empiezo?

-Mañana mismo. Esta noche, si lo deseas, puedes pasar a verlo. O verla. Lo que sea. Ya sabes, para saber de lo que hablas – dijo Whateley. – ¿Te parece?

No era menester decirle a tu jefe que no el primer día, supuse. Y acepté.

Así que allí estábamos, yo mismo acompañado por otro tipo, un tal Butler, con greñas y no demasiado delgado, pero con un látigo lo suficientemente largo como para recorrer sus intestinos un par de veces. Para controlar a la bestia, me había dicho. En todo el viaje en carreta desde su casa, a la que me tuve que acercar, hasta la carpa de la bestia, sólo había hablado Butler, contando que se había criado en el pueblo de Uhluhtc, al sur del valle de Anchester, donde al parecer se hallaba un lugar muy importante llamado Exham Priory. Yo jamás había oído palabra de esos lugares, pero con aquellos extraños nombres imaginé que estarían en el extranjero, pues nada se parecían esos topónimos a los propios de Arizona. Europa, probablemente.

Por fin llegamos Butler y yo, yo y Butler, a la carpa, aparentemente la única que poseía aquel circense espectáculo que mis ahora jefes Hyde y Whateley habían organizado. La noche ya estaba bien arraigada en el cielo, y no se veía casi nada. Por suerte, existen los faroles, y el bueno de Butler traía varios. Uno quedó encendido en el carro, y al poco tiempo se apagó, pues empezó a caer una fina lluvia que apenas duró media hora, pero lo suficiente como para apagar la llama y dejar el suelo encharcado. Volvamos a nosotros, que portábamos cada uno un farol y, en el caso de Butler, un látigo, en el mío una barra de metal que yo consideraba que sería poco útil. Mi buen acompañante levantó la lona de parte de la gigantesca y deforme carpa, la mayor que yo jamás hubiera visto. Antes de entrar, para aumentar la tensión que tú, querido lector, espero estés viviendo, voy a decir que esa carpa no era ni parecida a una carpa circense, pues era negra y de aspecto desalentador. Y que no era ni por asomo circular, sino más bien era un polígono totalmente irregular y con la tela del techo distribuida disparmente. Ahora, vuelvo al relato, entrando con mi buen y hablador amigo Butler en la carpa.

Admito que lo primero que percibí, y eso que dentro de la carpa la luz no era poca, fue el olor, un olor que llenaba las fosas nasales, un olor a podrido, a incienso, a excrementos, a sustancias de enorme pestilencia y temible efecto en un cuerpo humano, un olor que jamás sentí y que jamás se repetirá en la historia de la humanidad, la peor mezcolanza que un ser ha podido crear jamás. Lo impregnaba todo, y se pegaba a la ropa, a la barra de metal, al farol, a tu alma. Lo peor de la experiencia fue el olor.

Bajo la carpa, había una serie de jaulas y cajas con esqueletos animales dentro, repartidas por toda su extensión y mezcladas con cadenas, heno y grandes telas, sobre el suelo lleno de polvo y excrementos. Sin embargo, la zona central de la carpa había sido limpiada concienzudamente. En ella, se veía un círculo rojo, casi perfecto, con una serie de palabras escritas en una lengua para mi ignota en el borde exterior. Dentro, había un simple símbolo, una especie de representación de un cráneo de hombre con cuernos, o quizás una cabra antropomórfica, algo que yo no alcanzaba del todo a reconocer, pues quizás no fuesen cuernos sino manos, o tentáculos, o a lo mejor lo veía desde una errónea perspectiva. El signo, negro, tenía dentro unas cuantas velas, de gran altura, y en su centro había un hombre arrodillado, con una tela negra que le cubría por completo. Un leve brillo en la parte superior de su cabeza me permitió saber que no estaba arrodillado sino empalado por una larga púa de metal negro. Varias cadenas salían de debajo de la tela que le cubría. Cada una era sujetada por un hombre diferente, de los doce que estaban en la sala. Los miembros de aquel extraño tribunal vestían trajes negros, con sombreros de copa, y una cruz roja pintada en cada mejilla, de una extraña pasta con aspecto repugnante. Todo ello alcancé a ver antes de que Butler me pegase con el farol en la cabeza y me hiciera perder la consciencia. El resto fue rápido. Yo fui también empalado vivo por el experto en aquellas materias del grupo, el señor Hyde. Whateley se ocupó de coger un largo cuchillo ritual y rajarme el abdomen, dejando caer mis intestinos en una cesta. Después, mientras estaba inconsciente por cortesía de mis ausentes tripas, pero dolorosamente vivo, otro hombre al que no conocía pero que estaba dotado de una gran fuerza, siguió empalando hasta sacar la punta de la barra metálica que yo mismo había traído por la parte superior de mi cráneo, matándome así.


¿Y cómo, se preguntará el lector, te preguntarás si es que puedo tutearte, escribes esto? Querido amigo lector, yo escribo desde el más allá, una realidad vasta como el universo y eterna como la juventud de la fuente, un ente incomprensible para los que no estáis en él. Desde aquí me compadezco, no de mí, no de mi compañero en la carpa, sino de Hyde, Whateley y demás calaña, a los que la bestia, que desde el techo contemplaba toda la macabra escena que llevaban a cabo y a la que las descripciones no hacen siquiera justicia, devoró. En ocasiones me los cruzo aquí, penando, y supongo que todos nos preguntamos lo mismo: ¿a dónde fue la bestia?

*        *        *        *

Unos días después de que terminara el plazo, Lena me envió un correo anunciándome que... ¡Yo era el ganador! *aplauden*. El premio, dos libros (El Círculo, de Mats Strandberg y Sara B. Elfgren, y La Reina Descalza, de Ildefonso Falcones), ya ha llegado, así que solo queda agradecer a Lena el haber organizado el concurso y mandaros a todos un beso muy fuerte. ¡Hasta otra!

lunes, 20 de julio de 2015

¡Novedades!

¡Buenas a todos! Mejor no comento nada del ritmo de entradas... Hoy os traigo dos noticias que puede que os interesen:

La primera: el blog Compases Rotos de mi querida Lena ha preparado un concurso de relatos de terror. Podéis ver las bases aquí. Yo ya me he apuntado, porque la verdad es que tiene muy muy buena pinta. ¿Y vosotros?

La segunda: junto a mi querida amiga Ginnata R. Buitrago, del blog Hey, soul hipster! hemos creado un blog dedicado al manga y el anime, que acaba de arrancar: Elefun & Vir. De momento, solo tenemos la presentación y una reseña, pero sin duda el ritmo de publicaciones será mayor que el que hay por aquí... Si sois otakus, no os olvidéis de echarle un vistazo.

¡Y esto es todo por hoy!

viernes, 8 de mayo de 2015

One Lovely Blog Awards

¡Buenos días, elefantes!

Como podéis ver, o leer, o como queráis llamarlo, llevo (exactamente) 110 días sin publicar nada (podéis darme una colleja o dos). Pero, al fin y - viendo la ola de exámenes que me espera - temporalmente, estoy de vuelta *el público enloquece*. En verano, cuando esté libre de todos los trabajos, deberes y estudios que me trae mi querido curso escolar, aumentaré el ritmo de publicaciones, y de momento os dejo con una nominación pendiente de Lucía Valero, del blog El Sueño de Thyra. Concretamente, a los One Lovely Blog Awards. 

Estas son las reglas:

1. Seguir al blog que te ha nominado y agradecérselo en un comentario.
2. Nominar a 11 blogs (que como siempre no serán 11) que tengan menos de 200 seguidores, dejando un comentario en sus blogs diciéndoles que han sido nominados.
3. Contestar las 11 preguntas que te realiza el blogger que te nomina.
4. Visita cada uno de los blogs que has nominado y síguelos

Preguntas de Lucía

  • ¿Cuál es tu libro favorito? 

  • Para mí es absolutamente imposible elegir uno, pero probablemente sea alguno escrito por George R. R. Martin



  • ¿Cuantos libros puedes leerte en un año?

  • Buena pregunta. ¿Cincuenta? ¿Cien? Ni idea...

  • ¿Tienes alguna manía a la hora de escribir o leer?

  • Creo que ninguna, aparte de que no haya ningún pariente dando voces en las cercanías...

  • Si escribieras un libro, ¿cuál sería el nombre de tu prota masculino y cual del femenino?

  • Del masculino no tengo ni idea, puede que Rubén. Pero la femenina sería Laura, eso seguro.

  • ¿Qué libro te volverías a leer?

  • Cualquier libro que me guste es susceptible de ser releído. Y luego está Carrie, que debo haberlo leído unas ocho o nueve veces.

  • ¿Cuál sería tu cita perfecta? (No tiene nada que ver con libros, pero tengo curiosidad)

  • Cita... ¿eso se come?

  • Si tuvieras un punto de libro, ¿qué aspecto tendría? (Fotos, mensajes...)

  • Probablemente tuviera que ver con elefantes. También tengo uno de la princesa Zelda que es mi favorito.

  • ¿Tu hora perfecta para leer?

  • Antes de ir a dormir.

  • ¿Género favorito?

  • Fantasía, la duda ofende.

  • Que prefieres, ¿verano o invierno?

  • En verano hace sol y no hay clase. Fin.

  • ¿Gatos o perros?

  • Gatos. Los perros son más cariñosos y todo lo que quieras, pero gatos. Hacen menos ruido.

    Mis preguntas
    1. ¿Cuál es tu mundo literario preferido?
    2. El animal que aparezca en un libro y que prefieras, y en qué libro aparece
    3. ¿Te has planteado alguna vez trabajar en algo relacionado con los libros? (Bibliotecario, editor, escritor)
    4. ¿Tus libros deben estar limpios, perfectos e impolutos o los marcas y subrayas?
    5. ¿Lees más PDF o papel?
    6. ¿Tienes marcapáginas? Y si es así, ¿cuál te gusta más?
    7. ¿Cuál es tu adaptación cinematográfica o a serie de televisión más deseada?
    8. ¿Tapa blanda o dura?
    9. Si pudieras cambiar el final de algún libro... ¿cuál sería y cómo?
    10. ¿Y si pudieras salvar a un personaje?
    11. ¿Cuál sería el libro que te llevarías a otro planeta como ejemplo de la cultura del nuestro?
    Y, por petición popular. ¿Te has planteado alguna vez dejarte un bigote como el de Nietzsche?

    Mis nominados


    Y hasta aquí hemos llegado por hoy. ¡Fin del comunicado!

    domingo, 18 de enero de 2015

    Atlanta V

    ¡Hoola, elefantes! Aquí os traigo Atlanta V, otra entrega contada desde los ojos de Belén. Aviso legal: esta será la última entrada del blog en un tiempo, o al menos eso preveo, ya que este mes no estaré muy activo. Prometo que a lo largo de febrero volveré al nivel normal de publicaciones pero de momento, esta es la última bala del cartucho.

    -Todos los comensales están sentados ya, Líder – le dijo. – Eso dicen tanto Rowling como Gallego. ¿Anunciamos la lista ya?

    -Tranquila, déjales cenar. Que disfruten del cordero.

    -Como quieras. Pero no me gustaría cortarles la digestión después.

    -Ni que fuera a sentenciarlos a muerte. Por cierto, hablando de sentencias de muerte. ¿Están ya firmadas?

    -Sí, claro – dijo mientras las sacaba. – Y mi contrato también. ¿De verdad crees que habría que ejecutarles? Son unos críos.

    -Son unos filoterroristas – sentenció el Líder, que sacó un bolígrafo y empezó a firmar las sentencias. – Vale, dudo mucho que ayude a nuestra imagen entre el pueblo, pero tenemos que ser implacables con los Ghosts. Uno incluso iba tatuado.

    -Bueno, vale, de ese no cabe duda – un Ghost con tatuaje significaba que había participado en un atentado o un asesinato. Uno como mínimo. – Mátalo. ¿Pero los demás? ¿Cuántos años tienen? ¿Quince, dieciséis?

    -El más joven, diecisiete. Con 7 años un niño ya sabe que los Ghosts son asesinos. Con diez más, ni te cuento. Me alegro de que hayas firmado el contrato – dijo el Líder Supremo, que lo firmó también, se lo devolvió y se puso de pie. Ahora se dirigía a los españoles reunidos. - ¡Muy buenas noches a todos! – dijo mientras levantaba los brazos levemente. – ¡Bienvenidos! ¡Bienvenidas! Muchas gracias por acudir a mi llamada. Es un placer estar reunido con vosotros de nuevo. Espero que la disposición de las mesas sea de vuestro agrado – sonrió. Tenía una oratoria extremadamente estudiada, por no hablar de las cientos de veces que había dado aquel discurso delante del espejo. – y que el viaje haya sido agradable. Os recuerdo a todos que tenemos tres menús diferentes y se puede elegir cualquiera de ellos libremente. ¡Que aproveche!

    Los españoles aplaudieron fervorosamente. Belén los imitó y vio por el rabillo del ojo que Guillermo, a su derecha, hacía lo propio. Cuando el Líder se volvió a sentar, a su izquierda, la miró y ambos acercaron las cabezas.

    -Bonito discurso. Parecías Dumbledore, pero más resumido.

    -Gracias. Avisa a las agentes Gallego y Rowling. Que suban los papeles a mi despacho y vuelvan.

    Belén se lo dijo por el pinganillo. Rowling contestó y empezó a subir. Gallego no. Un escalofrío recorrió su espalda. No, no era posible. Era una paranoica.

    -Líder, la agente Gallego no contesta.

    -Vuelve a llamarla. Que conteste. Y diles a los demás que vengan.

    Y entonces el auricular empezó a pitar. Otro escalofrío.

    -Líder, no hay línea.

    -No puede ser. No, no, no me jodas, no. ¿Tienes pistola?

    -Vengo a una cena al lugar más seguro que conozco rodeada de agentes de élite. No.

    -Pues parece que no es tan seguro. Lo mejor será – empezó, y entonces todos lo oyeron. Las conversaciones se cortaron entre los comensales como si una bala les hubiera atravesado, pero las balas solo se oían fuera. Un tiroteo. Belén identificó una máquina de muerte y dos Type-25 de miembros del CSP, y otras armas cuya cadencia no conocía. Detrás de ellos, los agentes cargaron las ametralladoras y se pusieron sus cascos. El Líder se puso de pie y adoptó la expresión más relajada del mundo.

    -Por favor, mantened la calma. No sabemos exactamente lo que está pasando fuera, y no tenemos cobertura: alguien la ha cortado. Por vuestra seguridad, os pido que os metáis debajo de las mesas y mantengáis la calma. Las puertas están blindadas y nos protegen agentes de gran experiencia.

    Para sorpresa de Belén, obedecieron. Todos. Hasta Eloy Palacios, con fama de ser bastante rebelde hacia la autoridad (al menos en la escuela) se agachó y se colocó entre las patas de la mesa. Pero ella hizo caso omiso. O eso pretendía, hasta que Guillermo salió de su refugio y la metió debajo de la mesa a rastras. El tiroteo seguía fuera, cada vez menos intenso. Uno de los bandos estaba fallando.

    -¿Qué crees que haces ahí fuera? Mete al flipado este, anda, que todavía se lo cargarán.

    -Es tu Líder. No le insultes.

    -Le estoy calificando. Soy su amigo y paso de que se lo ventilen estos fantasmas por tenerle tan a tiro. Con un francotirador potente, se cargan una ventana y hacen blanco a la primera. Y sin ser expertos tampoco – y Belén comprendió por qué Guillermo sería propuesto como Secretario de Estado de Defensa.

    Belén asomó la cabeza fuera y le llamó tirando de la camiseta. El Líder se agachó y entonces se fue la luz. Sonó una explosión al otro lado de las puertas dobles, que volaron por los aires. Se oían chillidos de terror y maldiciones, en español y en inglés. Los disparos volaron de entre el humo que salía de la entrada. Un agente se derrumbó tras ellos.

    Y entonces entraron los Ghosts.

    viernes, 9 de enero de 2015

    Atlanta IV

    ¡Hola a todos, elefantes! Hoy traigo el cuarto capítulo de Atlanta: ¡recordad que esta vez cambiamos de punto de vista!

    Se pasó el pintalabios, se puso rímel y se pintó las uñas. Su peluquera le hizo un peinado espectacular, como la ocasión merecía. Luego escogió un vestido acorde, uno impresionante, regalo del Líder por su cumpleaños hacía años. Escogió unos tacones a juego y metió el teléfono en el bolso. Algo se le olvidaba. El perfume. Puto perfume. ¿A qué clase de persona se le había ocurrido que había que oler a rosas en vez de a ser humano?

    Pero no había otro remedio. A no ser que estuviera en casa tranquilamente o se reuniera con el Líder (que también renegaba de aquel meado de gato) tenía que echárselo. Una regla de la sociedad bastante estúpida, a su juicio. Como tantas otras.

    El chófer la esperaba en la puerta. Cada uno de los nuevos edificios del Complejo Elefante era la sede de una Secretaría de Estado, e incluía toda una planta como residencia oficial de los Secretarios de Estado. En su caso había pedido la más alta. Al lado del cielo, con aquellas vistas que la enamoraban. Su edificio era el Palacio Rojo, que estaba a menos de cien metros del Palacio del Elefante, pero el Líder se empeñaba en ponerle un chófer para ir hasta él y volver. Decía que por seguridad. Y no le faltaba razón.

    En el ínfimo trayecto releyó el documento que llevaba para el Líder Supremo, firmado y sellado. Aquel documento le producía sentimientos encontrados. Le gustaba el cargo que ostentaba, pero un contrato vitalicio no tanto. Algún día se cansaría, bueno, o no. Pero el Líder quería que firmasen todos un contrato de por vida. Tenía cierta lógica: no quería cambiar de equipo de gobierno mil veces, como le había pasado a su padre. Pero bueno. De momento ella estaba conforme.

    Cuando llegó al Palacio se percató de la cantidad de limusinas que se apiñaban a la entrada. Seguro que todos los españoles estaban allí. En la República Unitaria de Georgia había cerca de treinta (¿Treinta y dos? ¿Treinta y cuatro? Bah, daba igual) familias cuyos ancestros habían dirigido al ejército del primer Líder Supremo, Guillermo el Conquistador, cuando huyendo de la Guerra Civil Ibérica se había refugiado en el sureste de los antiguos Estados Unidos de América. Guillermo había conquistado buena parte de la costa atlántica de Georgia primero, y luego Georgia, Virginia y Carolina. Su hijo Rainiero el Grande había conquistado Luisiana y Florida y había sometido a la resistencia, los llamados Ghosts.

    El tercer Líder había sido Alejandro el Débil. Su nombre lo decía todo. Durante su mandato los Ghosts se habían reorganizado, matando a más de treinta españoles y cientos de nativos colaboradores con el régimen. Habían conseguido incluso organizar revueltas en las ciudades más grandes, así que el Líder Supremo había enviado allí a los españoles, para frenarlas y calmar los ánimos. Pero entonces el gobierno central quedó plagado de nativos y los españoles fueron relegados a un segundo plano. Sólo su familia se había quedado junto al Líder, con su padre como Secretario de Estado de Interior. Luego los Ghosts habían matado al presidente y a su padre le había dado un infarto. Y ahora tenían nuevo Líder Supremo.

    Belén conocía al presidente desde el colegio. Habían ido juntos a clase, desde la guardería, y cuando todos los demás españoles se habían ido, sólo habían quedado ellos. Eran amigos íntimos, con una compenetración perfecta. Pensaban lo mismo, decían lo mismo, les gustaba lo mismo… nunca había problemas entre ellos. Nunca discutían. Lo único en lo que discrepaban era en la música, pero aquello eran “daños colaterales”. Sobre todo, tenían los mismos ideales políticos. Aquello era importante, sobre todo formando parte del mismo Ejecutivo.

    El chófer le abrió la puerta y bajó, con el bolso en una mano y la carpeta en la otra. Estaba en el extremo de una alfombra roja que llegaba hasta la puerta y que estaba siendo recorrida por un hombre de pelo castaño. Guillermo Mijares-Vilariño, que había acabado en Charlotte cuando todos los españoles se habían ido, había sido de los primeros convocados. En el colegio habían sido amigos, así que lo llamó a voces.

    -¡Guillermo! ¡Guillermo!

    -No hace falta que le llames como a los perros, que está atendiendo a la prensa – dijo una voz familiar.

    -Te has dignado a venir.

    -Coño, si quieres me quedo en casa. Yo también me alegro de verte.

    -Pues yo no.

    -Buffff…sigues igual de repelente, ¿eh?

    -Señora Sánchez-Centeno, señor Palacios, dejen ustedes de discutir – dijo otra voz. Esa no es que fuera familiar. Es que la oía todos los días.

    -Líder Supremo – dijeron los dos al unísono.

    -Bienvenidos los dos. Vamos con Guillermo. Sois de los últimos.

    -Pues como siempre, no sé qué te esperabas de esta.

    -¡Oye! – rió Belén. Lo malo era que tenía razón.

    Se reunieron con Guillermo a lo largo de la alfombra y, charlando, llegaron juntos a la puerta. El vestíbulo estaba lleno de gente de su edad, casi todos españoles, dirigidos como ovejas hacia un gran salón. Había al menos 40 personas, y a la mayoría los conocía del Colegio Hispánico de Atlanta. Los demás, dedujo, serían maridos y esposas de algunos de los españoles.

    Entraron juntos al Comedor de Marfil y enfilaron hacia la mesa principal, que era su lugar asignado. Por el camino se les unieron varios más. Belén los conocía a todos. Los agentes del CSP cerraron las puertas del comedor, y Belén tomó asiento a la derecha del Líder Supremo, con Guillermo al otro lado y una hilera de agentes de élite del Cuerpo detrás. Desde aquella mesa se veía sobradamente a los demás comensales, sentados con su ropa elegante, frente a elegantes manteles bordados, con copas de finísimo cristal, platos bellamente adornados.

    Y oliendo a perfume.

    domingo, 4 de enero de 2015

    Atlanta III

    ¡Y con esta entrada, queda cerrada la primera parte de Atlanta! En la siguiente cambiaremos de punto de vista, ya que para esta historia contaremos con varias perspectivas, es decir, varios puntos de vista. ¡Disfrutadla!

    Lo primero que impresionó a Julia del despacho presidencial fue la luz. A lo largo de su vida había pasado por muchos despachos: por el del difunto Líder, por el del director de su colegio, por la mitad de despachos de los edificios administrativos de Macon. Pero no había estado en ninguno tan iluminado como aquel. La pared que tenía enfrente, la que estaba detrás de la mesa del presidente, era de cristal enteramente. Cristal blindado, seguramente, pero cristal. La luz solar entraba a raudales e iluminaba todos los rincones. Del techo colgaba una enorme araña de cristal que también reflejaba los rayos de sol.

    Tampoco había estado nunca en un despacho tan grande. Aquel era de al menos 80 metros cuadrados, tanto como todas sus habitaciones en la casa de Macon. El techo estaba alto, al menos cuatro metros, y era del mismo color que las paredes: blanco. El despacho tenía forma rectangular. Las paredes laterales estaban forradas de estanterías con libros, archivadores y miles de folios. En una esquina había un tocadiscos con al menos medio centenar de álbumes en un mueble a su lado. En otra, una puerta cerrada que probablemente diese a un baño.

    El centro del despacho lo ocupaba una mesa de madera negra, enorme y alargada. A un lado, el enfrentado a la puerta de la habitación, había una silla de oficina. Al otro, dos sillas de madera acolchadas. Encima de la mesa había dos ordenadores portátiles, una pila de folios, varios cuadernos de cuentas abiertos, una lámpara art-nouveau, una maceta de cristal con una orquídea en flor y un huevo de Fabergé. También un vaso lleno de algún licor marrón oscuro y un teléfono móvil y otro fijo.

    El presidente estaba de pie, de espaldas a ella, mirando por la ventana el espectacular paisaje que se abría ante él. La ventana no daba a Atlanta, sino al lado opuesto: las Montañas Rocosas, con sus bosques de pinos y sus cumbres blancas. El Líder Supremo, de al menos dos metros de alto, vestía un traje negro, con el pelo también negro y salvaje hasta los hombros.

    -Date la vuelta, Julia – dijo.

    Ella obedeció. No sólo la puerta rompía la monotonía de la pared blanca. A la derecha había un enorme cuadro, de más de dos metros de alto y ancho, en el que cuatro niñas con mandiles blancos posaban en el salón de su casa, junto a dos jarrones blancos y azules de gran tamaño y una alfombra azulada. A la izquierda, había otro cuadro, más pequeño, que mostraba un campo de amapolas con varias personas paseando. Al cuadro, pintado al estilo impresionista, le escoltaban dos grandes fotografías de actrices que llevaban siglos muertas. Sólo supo reconocer a Audrey Hepburn.

    -A veces es bueno darse la vuelta. Nunca sabes lo que dejas de ver por no hacerlo. Son Las Hijas de Edward Darley Boit, de John Singer Sargent, y Amapolas en Argenteuil, de Claude Monet. Los dos cuadros originales, pintados hace más de un milenio. Me parece increíble que hayan perdurado, y todo un honor tenerlos aquí. ¡Dos de mis tres cuadros favoritos! Algún día sabré cual es el tercero - rió. - Y a las chicas de las fotos supongo que las conoces.

    -Sólo a Audrey.

    -La otra es Grace Kelly. Es mucho menos famosa, ciertamente. Pero es mi favorita. Las dos muertas también desde hace milenios. Y sin embargo, Desayuno con Diamantes me sigue fascinando.

    -Es una película excelente, sin duda.

    -Sin duda – sonrió. – ¿Quieres sentarte?

    -Gracias – cogió una de las sillas y se sentó. El presidente se volvió y también se sentó, pero no al otro lado de la mesa, sino a su lado. Entonces le vio la cara. Tenía la piel oscura, acorde con sus ojos, y una nariz bastante grande. Toda su expresión facial estaba muy levemente desviada hacia la izquierda, al igual que sus gestos. Un par de lunares y una cicatriz a lo largo de la mandíbula del lado derecho adornaban su cara. Tenía unas manos de dedos largos y uñas mordidas. Muy mordidas. Las venas se le marcaban bastante en la muñeca, así como los huesos del brazo. La cicatriz no era nueva; las uñas sí.

    -Dejemos los preliminares. Tutéame. ¿Cuántos años llevamos sin vernos?

    -Creo que doce. Has crecido mucho, Líder Supremo.

    -Y tú, Julia. ¿Qué tal tu familia?

    -Maravillosamente. Seguimos siendo cuatro, así que…

    -¿Y tu marido? Porque estás casada, ¿no?

    -Lo estoy. La última vez que le vi fue esta mañana, antes de venirme.

    -Espero que antes de la cena vuelvas a verle. Julia, dejemos esta charla para otro momento. De verdad, estaría hablando de nuestras familias y de cómo han cambiado nuestras vidas durante horas, pero hay un tema más urgente sobre la mesa. Sabes que he estado llamando a todos los mayores de las familias principales.

    -Para qué negarlo. Sí.

    -Y seguro que te ha sorprendido mi llamada, puesto que tu familia no es de la primera línea de la nobleza.

    -Has dado en el clavo.

    -Bien. Julia, ya está bien de nativos incompetentes que se llevan lo que es de los españoles. Cuando mi bisabuelo conquistó Georgia, no fue para esto. Vivimos en una república bananera llena de pobreza, corrupción, analfabetismo, inestabilidad, insalubridad y hambre. Voy a empezar de cero. Y lo primero es disolver el Ejecutivo y nombrar uno nuevo. Si os he llamado es para decidir quiénes deberían estar en él, y quiénes deberían regir las provincias, porque ya estoy harto de estadounidenses. Belén me ha dicho que estás en Macon.

    -Así es.

    -¿Qué opinas de la gestión de los Abella?

    -Creo que hicieron lo que pudieron con lo que tuvieron. Macon es una cuidad horrible, pero al menos no ha empeorado desde nuestra llegada.

    -He pensado que Mer sería una buena Secretaria de Estado de Organización Territorial. Viendo sus cualidades y su interés por la materia, considero este cargo perfecto. ¿Coincides?

    -Coincido. ¿Y Loga?

    -Secretaria de Estado de Cultura. Me parece bastante apropiado.

    Julia lo dudaba. Había cargos mejores en el gobierno que aquel para Loga. Quizás...

    -Si me permites el consejo, la veo mejor en Educación. Dices que el analfabetismo es un problema. Bueno, yo la veo a ella luchando día y noche para evitarlo. No lo soporta. O si no, en algún cargo dedicado a la igualdad.

    -Me parece bien. Julia, una cosa más. Esta mañana han sido capturados tres adolescentes, de como mucho dieciocho años, pintando el emblema de los Ghosts en un callejón de Atlanta. ¿Qué hago con ellos? Loga dice que los deje ir. Mer que los obligue a pagar una multa. ¿Qué dices tú?

    -Yo los fusilaría delante de la pared del callejón. Que se borre ese símbolo con su sangre. Por jóvenes que sean, están haciendo apología del terrorismo, y creo que hasta mi sobrina, que tiene 7 años, sabe quiénes son esos salvajes de los Ghosts.

    -Gracias, Julia. Esta noche cenaremos todos los españoles de nuestra generación juntos. No faltes. El agente Larson te espera para escoltarte a tu habitación. Buenas tardes. ¡Ah! Sal por esa puerta - señaló a la pequeña puerta de la pared lateral.

    -Buenas tardes, Líder.

    Julia abrió la puerta y vio unas escaleras que bajaban. Justo antes de cerrar la puerta, oyó al Líder decir "Sandra Salvatierra". A Sandra solo la conocía de vista. Pero parecía agradable.

    -Señorita Prieto, sígame, si no le importa. Soy el agente Larson.

    Y mientras el señor Larson la llevaba a su cuarto, donde ya habían llevado su equipaje los miembros del servicio, Julia dio vueltas a la idea de formar parte del gobierno. Ojalá. Ojalá el presidente la incluyera. Ojalá como Secretaria de Estado. Ojalá.

    viernes, 2 de enero de 2015

    Atlanta II

    Julia, María y el señor Carroll bajaron del aerotransbordador. Alicia lo llevó hasta el hangar mientras ellos recorrían la zona de llegadas. María – Mer, Julia, la llamábamos Mer en el colegio – y Lewis charlaban animadamente, pero ella seguía pensando en lo que habían visto desde el aire.

    La mayor parte del viaje había sido montañas, bosque y aldeas sueltas. Ninguna lo suficientemente importante como para que Julia recordase su nombre. Pero al llegar a Atlanta, el paisaje había cambiado. Y mucho. La Atlanta de su niñez había sido una ciudad con bastante población, algo menos de 8 millones de personas, en la que se podía separar el centro histórico, donde vivía la burguesía, de un ensanche construido alrededor para las viviendas de la gente de menos recursos y la industria. Además, cerca de la ciudad pero alejado lo suficiente como para considerarlo en las afueras, al otro lado del río Eleanor, estaba el Palacio del Elefante, con sus enormes jardines: la residencia de los dos primeros Líderes que el tercero había cambiado por el rascacielos en el que le habían volado la cabeza.

    Ahora ya no. En 12 años, la ciudad se había vuelto un caos. Había leído algunas noticias sobre su rápido crecimiento, pero aquello no era crecimiento. Era un absoluto desmadre. Podía decirse que a la ciudad de su infancia le habían salido tumores, enormes barrios marginales con chabolas e industrias por doquier que llegaban tranquilamente hasta el río Eleanor, pero curiosamente se desparramaban contra él en lugar de cruzarlo. El tráfico era infinitamente mayor, así como la contaminación. No se veía una sola zona verde. Preguntó al señor Carroll el número de habitantes de la ciudad y la respuesta la dejó helada. 80 millones de personas. Más de 70 se apiñaban en aquellos barrios insalubres. Julia se quedó horrorizada.

    Para su sorpresa, vio que el aerotransbordador se dirigía al Palacio del Elefante. Este también había cambiado. Pero para bien. Cuando ella era pequeña, era solo un complejo palaciego abandonado y sin mantenimiento. Los jardines parecían casi una jungla. El edificio seguía siendo imponente, pero sin duda no alcanzaba todo su esplendor.

    Ahora sí. El nuevo Líder había restaurado y ampliado los jardines, triplicando su extensión. Había repintado el edificio, reparando el tejado y asfaltado los caminos. Pero eso no era todo. Ahora, en el recinto – que Carroll llamaba “El Complejo Elefante” – había una veintena de nuevos edificios. Si bien el palacio era el mayor, y el más hermoso (a Julia le gustaban particularmente los balcones y ventanales), los otros no se quedaban cortos. Estaban construidos en el mismo estilo, un arte moderno y vanguardista con infinidad de cristaleras y paredes blancas, a diferencia del Palacio del Elefante, con su estilo neobarroco. Lo único que los diferenciaba era el color de los cristales de una aguja que sobresalía del tejado. Había una roja, una morada, una azul cielo, una amarilla, una verde esmeralda, una rosa, una naranja, una fucsia, una blanca, una negra, una marrón, una gris claro, una azul marino, una mostaza… El recinto también albergaba un enorme aparcamiento, un aeropuerto con tres docenas de hangares, un mirador desde el que se contemplaban la ciudad y sus alrededores, un cuartel militar, las oficinas del CSP y un muelle para yates. A todo el complejo se accedía por más de cincuenta puentes que lo conectaban con la ciudad, o por alguna de las cinco autopistas que llegaban desde otros lugares.

    -Impresionante, ¿verdad? – le dijo Lewis. – Todo esto ha sido levantado en un año, desde que el antiguo Líder falleció.

    -Impresionante, sin duda. Como el boom de la ciudad.

    -El Líder tiene un plan para solucionar ese problema, señora. Y ahora les pido por favor que se preparen para el aterrizaje.

    Y allí estaban, en el aeropuerto del Complejo Elefante. Un lugar espectacular, construido en el mismo estilo que los nuevos edificios, algunos de los cuales eran visibles a través del techo de cristal. Carroll los acompañó hasta la entrada, donde una limusina las esperaba. Él volvió a entrar.

    -Les ruego me disculpen, señoras, pero debo viajar ahora a Miami. Alguien tiene que avisar a los Salvatierra. Ha sido un placer viajar con ustedes.

    -Igualmente. Buen viaje – dijeron al mismo tiempo Mer y Julia, y ambas rieron. Luego se acercaron a la limusina, y Julia estaba montando cuando oyó una voz resonando en el hall de entrada del aeropuerto.

    -¡JULIA! ¡JULIA PRIETO! ¿SALES DE MACON Y NI SIQUIERA ME LLAMAS?

    Julia se echó a reír. Laura Novelli. De pequeñas habían sido íntimas amigas, y era una de las pocas personas con las que aún tenía relación. Los Novelli habían acabado en Tampa, junto a los Palacios, con los Neville (unos nativos) como casa dominante. Julia corrió a abrazarla, y Mer salió del coche y la siguió.

    Después de un abrazo y un breve reencuentro, Laura les dijo que aquella era también su limusina. Al parecer el agente King, que la había traído a ella, volaba ahora a Raleigh con los de Diego.

    Tras un breve aunque divertido trayecto durante el cual Laura (llamada Loga), María (llamada Mer) y Julia (sin apodos no denigrantes aún) se pusieron al día de sus vidas, el chófer (otro agente del CSP, Tolkien) las dejó en la puerta del Palacio del Elefante. En la puerta les esperaba un agente más, un hombre ya de cierta edad y regordete llamado George Martin, que las escoltó a través del edificio. Por el camino vieron que las paredes del Palacio estaban adornadas con infinidad de cuadros, tapices y esculturas, todas obras de arte antiquísimas y de un gran valor. En el camino se cruzaron con más criados y agentes, hasta llegar al ascensor.

    Martin lo llamó y el ascensor número diecisiete de los ochenta que había en el edificio apareció. El agente pulsó el botón del cuarto y último piso.

    -Se me ha solicitado que las deje en el despacho del Líder Supremo. Sin embargo, éste se halla en una zona de seguridad tres, a la que sólo pueden acceder agentes de su equipo personal de seguridad…o españoles. Al salir del ascensor, todo recto y luego a la derecha. Es la puerta doble de color rojo.

    -Muchas gracias, agente Martin – le dijo Loga. Julia asintió para mostrar su aprobación, y al bajar del ascensor siguieron sus indicaciones. No fue necesario pasar por ningún tipo de control: los rasgos de las tres mujeres bastaban y sobraban como identificación. Al llegar a las puertas rojas, Mer se adelantó para llamar, pero no fue necesario. Inmediatamente un agente armado con un fusil y dos pistolas a la cintura les abrió la puerta, y les señaló unas butacas y una mesa. Allí no había ningún despacho. Más bien era una sala de espera.

    -Parece que toca esperar – dijo Mer.

    -¿Por qué creéis que nos ha llamado? Tengo la corazonada de que es para algo bueno, pero… ¿Por qué?

    -Yo estoy segura de que tiene que ver con el asesinato de su padre. Por cierto, no es por preocuparos, pero desde que llamaron a Eloy, no ha vuelto a aparecer por Tampa. ¿Y si…?

    La puerta de la sala se abrió y dos agentes tan acorazados como el que les había abierto entraron. Uno de ellos se adelantó.

    -Señoras Prieto, Abella, Novelli…por favor, síganme. Soy el Agente Especial del CSP Nueve. Las llevaré con el presidente.

    Las tres se levantaron al unísono. Al salir al pasillo, vieron a una mujer de su edad, con vestido rojo y pelo negro, que llevaba a dos secretarias cargadas de papeles y dos agentes detrás. Al pasar junto a ellas, las miró y las saludó con una sonrisa, gesto que las tres devolvieron.

    -Es Belén Sánchez-Centeno. Su familia fue la única que permaneció en Atlanta con el antiguo Líder – susurró Loga. – Vino con nosotras a clase, ¿os acordáis? Ahora es la directora del CSP y de los servicios de información, Portavoz del Gobierno y Secretaria de Estado de Presidencia. Fue elegida el mismo día de la coronación. Es probablemente la mujer más poderosa del país en este momento. Por delante de la Primera Dama, incluso. Hay un rumor que dice que es la hermanastra del Líder, pero no me lo creo.

    Julia tuvo repentinamente un fogonazo dentro de su cabeza. Se acordaba de ella. Sus padres habían sido íntimos durante muchos años. De lo que no se acordaba era de aquel rumor, aunque tampoco la sorprendía. Que su marido le era infiel con una criada era un rumor extendido en Macon. Y también una mentira, porque las criadas sólo trabajaban en casa cuando él no estaba. Por si acaso.

    Los agentes estaban llevando a Julia y compañía hasta el final del pasillo, pasando varias habitaciones con las puertas cerradas. Una vez terminado el recorrido se encontraron con unas puertas negras dobles de dos metros de alto, custodiadas por cuatro agentes armados con pistola y sable láser. Los dos escoltas se retiraron y uno de los agentes abrió la puerta. Desde el interior salió una voz masculina muy familiar.

    -María Abella, pase, por favor.

    Mer entró directamente a la habitación. Un cuarto de hora después, amenizado con una charla sobre los cambios que Atlanta había sufrido, la puerta volvió a abrirse. Pero Mer no salió.

    -Laura Novelli, entre, por favor.

    La puerta aquella vez tardó menos en abrirse. En diez minutos, que Julia empleó hablando con los guardias sobre el funcionamiento del CSG (el saber no ocupa lugar), la puerta se abrió de nuevo. Tampoco Loga salió. Un escalofrío recorrió a Julia.

    -Julia Prieto, adelante, por favor.

    Las puertas del despacho del Líder Supremos se cerraron tras ella.