-Todos los comensales están sentados ya, Líder – le dijo. – Eso dicen tanto Rowling como Gallego. ¿Anunciamos la lista ya?
-Tranquila, déjales cenar. Que disfruten del cordero.
-Como quieras. Pero no me gustaría cortarles la digestión después.
-Ni que fuera a sentenciarlos a muerte. Por cierto, hablando de sentencias de muerte. ¿Están ya firmadas?
-Sí, claro – dijo mientras las sacaba. – Y mi contrato también. ¿De verdad crees que habría que ejecutarles? Son unos críos.
-Son unos filoterroristas – sentenció el Líder, que sacó un bolígrafo y empezó a firmar las sentencias. – Vale, dudo mucho que ayude a nuestra imagen entre el pueblo, pero tenemos que ser implacables con los Ghosts. Uno incluso iba tatuado.
-Bueno, vale, de ese no cabe duda – un Ghost con tatuaje significaba que había participado en un atentado o un asesinato. Uno como mínimo. – Mátalo. ¿Pero los demás? ¿Cuántos años tienen? ¿Quince, dieciséis?
-El más joven, diecisiete. Con 7 años un niño ya sabe que los Ghosts son asesinos. Con diez más, ni te cuento. Me alegro de que hayas firmado el contrato – dijo el Líder Supremo, que lo firmó también, se lo devolvió y se puso de pie. Ahora se dirigía a los españoles reunidos. - ¡Muy buenas noches a todos! – dijo mientras levantaba los brazos levemente. – ¡Bienvenidos! ¡Bienvenidas! Muchas gracias por acudir a mi llamada. Es un placer estar reunido con vosotros de nuevo. Espero que la disposición de las mesas sea de vuestro agrado – sonrió. Tenía una oratoria extremadamente estudiada, por no hablar de las cientos de veces que había dado aquel discurso delante del espejo. – y que el viaje haya sido agradable. Os recuerdo a todos que tenemos tres menús diferentes y se puede elegir cualquiera de ellos libremente. ¡Que aproveche!
Los españoles aplaudieron fervorosamente. Belén los imitó y vio por el rabillo del ojo que Guillermo, a su derecha, hacía lo propio. Cuando el Líder se volvió a sentar, a su izquierda, la miró y ambos acercaron las cabezas.
-Bonito discurso. Parecías Dumbledore, pero más resumido.
-Gracias. Avisa a las agentes Gallego y Rowling. Que suban los papeles a mi despacho y vuelvan.
Belén se lo dijo por el pinganillo. Rowling contestó y empezó a subir. Gallego no. Un escalofrío recorrió su espalda. No, no era posible. Era una paranoica.
-Líder, la agente Gallego no contesta.
-Vuelve a llamarla. Que conteste. Y diles a los demás que vengan.
Y entonces el auricular empezó a pitar. Otro escalofrío.
-Líder, no hay línea.
-No puede ser. No, no, no me jodas, no. ¿Tienes pistola?
-Vengo a una cena al lugar más seguro que conozco rodeada de agentes de élite. No.
-Pues parece que no es tan seguro. Lo mejor será – empezó, y entonces todos lo oyeron. Las conversaciones se cortaron entre los comensales como si una bala les hubiera atravesado, pero las balas solo se oían fuera. Un tiroteo. Belén identificó una máquina de muerte y dos Type-25 de miembros del CSP, y otras armas cuya cadencia no conocía. Detrás de ellos, los agentes cargaron las ametralladoras y se pusieron sus cascos. El Líder se puso de pie y adoptó la expresión más relajada del mundo.
-Por favor, mantened la calma. No sabemos exactamente lo que está pasando fuera, y no tenemos cobertura: alguien la ha cortado. Por vuestra seguridad, os pido que os metáis debajo de las mesas y mantengáis la calma. Las puertas están blindadas y nos protegen agentes de gran experiencia.
Para sorpresa de Belén, obedecieron. Todos. Hasta Eloy Palacios, con fama de ser bastante rebelde hacia la autoridad (al menos en la escuela) se agachó y se colocó entre las patas de la mesa. Pero ella hizo caso omiso. O eso pretendía, hasta que Guillermo salió de su refugio y la metió debajo de la mesa a rastras. El tiroteo seguía fuera, cada vez menos intenso. Uno de los bandos estaba fallando.
-¿Qué crees que haces ahí fuera? Mete al flipado este, anda, que todavía se lo cargarán.
-Es tu Líder. No le insultes.
-Le estoy calificando. Soy su amigo y paso de que se lo ventilen estos fantasmas por tenerle tan a tiro. Con un francotirador potente, se cargan una ventana y hacen blanco a la primera. Y sin ser expertos tampoco – y Belén comprendió por qué Guillermo sería propuesto como Secretario de Estado de Defensa.
Belén asomó la cabeza fuera y le llamó tirando de la camiseta. El Líder se agachó y entonces se fue la luz. Sonó una explosión al otro lado de las puertas dobles, que volaron por los aires. Se oían chillidos de terror y maldiciones, en español y en inglés. Los disparos volaron de entre el humo que salía de la entrada. Un agente se derrumbó tras ellos.
Y entonces entraron los Ghosts.
-Como quieras. Pero no me gustaría cortarles la digestión después.
-Ni que fuera a sentenciarlos a muerte. Por cierto, hablando de sentencias de muerte. ¿Están ya firmadas?
-Sí, claro – dijo mientras las sacaba. – Y mi contrato también. ¿De verdad crees que habría que ejecutarles? Son unos críos.
-Son unos filoterroristas – sentenció el Líder, que sacó un bolígrafo y empezó a firmar las sentencias. – Vale, dudo mucho que ayude a nuestra imagen entre el pueblo, pero tenemos que ser implacables con los Ghosts. Uno incluso iba tatuado.
-Bueno, vale, de ese no cabe duda – un Ghost con tatuaje significaba que había participado en un atentado o un asesinato. Uno como mínimo. – Mátalo. ¿Pero los demás? ¿Cuántos años tienen? ¿Quince, dieciséis?
-El más joven, diecisiete. Con 7 años un niño ya sabe que los Ghosts son asesinos. Con diez más, ni te cuento. Me alegro de que hayas firmado el contrato – dijo el Líder Supremo, que lo firmó también, se lo devolvió y se puso de pie. Ahora se dirigía a los españoles reunidos. - ¡Muy buenas noches a todos! – dijo mientras levantaba los brazos levemente. – ¡Bienvenidos! ¡Bienvenidas! Muchas gracias por acudir a mi llamada. Es un placer estar reunido con vosotros de nuevo. Espero que la disposición de las mesas sea de vuestro agrado – sonrió. Tenía una oratoria extremadamente estudiada, por no hablar de las cientos de veces que había dado aquel discurso delante del espejo. – y que el viaje haya sido agradable. Os recuerdo a todos que tenemos tres menús diferentes y se puede elegir cualquiera de ellos libremente. ¡Que aproveche!
Los españoles aplaudieron fervorosamente. Belén los imitó y vio por el rabillo del ojo que Guillermo, a su derecha, hacía lo propio. Cuando el Líder se volvió a sentar, a su izquierda, la miró y ambos acercaron las cabezas.
-Bonito discurso. Parecías Dumbledore, pero más resumido.
-Gracias. Avisa a las agentes Gallego y Rowling. Que suban los papeles a mi despacho y vuelvan.
Belén se lo dijo por el pinganillo. Rowling contestó y empezó a subir. Gallego no. Un escalofrío recorrió su espalda. No, no era posible. Era una paranoica.
-Líder, la agente Gallego no contesta.
-Vuelve a llamarla. Que conteste. Y diles a los demás que vengan.
Y entonces el auricular empezó a pitar. Otro escalofrío.
-Líder, no hay línea.
-No puede ser. No, no, no me jodas, no. ¿Tienes pistola?
-Vengo a una cena al lugar más seguro que conozco rodeada de agentes de élite. No.
-Pues parece que no es tan seguro. Lo mejor será – empezó, y entonces todos lo oyeron. Las conversaciones se cortaron entre los comensales como si una bala les hubiera atravesado, pero las balas solo se oían fuera. Un tiroteo. Belén identificó una máquina de muerte y dos Type-25 de miembros del CSP, y otras armas cuya cadencia no conocía. Detrás de ellos, los agentes cargaron las ametralladoras y se pusieron sus cascos. El Líder se puso de pie y adoptó la expresión más relajada del mundo.
-Por favor, mantened la calma. No sabemos exactamente lo que está pasando fuera, y no tenemos cobertura: alguien la ha cortado. Por vuestra seguridad, os pido que os metáis debajo de las mesas y mantengáis la calma. Las puertas están blindadas y nos protegen agentes de gran experiencia.
Para sorpresa de Belén, obedecieron. Todos. Hasta Eloy Palacios, con fama de ser bastante rebelde hacia la autoridad (al menos en la escuela) se agachó y se colocó entre las patas de la mesa. Pero ella hizo caso omiso. O eso pretendía, hasta que Guillermo salió de su refugio y la metió debajo de la mesa a rastras. El tiroteo seguía fuera, cada vez menos intenso. Uno de los bandos estaba fallando.
-¿Qué crees que haces ahí fuera? Mete al flipado este, anda, que todavía se lo cargarán.
-Es tu Líder. No le insultes.
-Le estoy calificando. Soy su amigo y paso de que se lo ventilen estos fantasmas por tenerle tan a tiro. Con un francotirador potente, se cargan una ventana y hacen blanco a la primera. Y sin ser expertos tampoco – y Belén comprendió por qué Guillermo sería propuesto como Secretario de Estado de Defensa.
Belén asomó la cabeza fuera y le llamó tirando de la camiseta. El Líder se agachó y entonces se fue la luz. Sonó una explosión al otro lado de las puertas dobles, que volaron por los aires. Se oían chillidos de terror y maldiciones, en español y en inglés. Los disparos volaron de entre el humo que salía de la entrada. Un agente se derrumbó tras ellos.
Y entonces entraron los Ghosts.