viernes, 9 de enero de 2015

Atlanta IV

¡Hola a todos, elefantes! Hoy traigo el cuarto capítulo de Atlanta: ¡recordad que esta vez cambiamos de punto de vista!

Se pasó el pintalabios, se puso rímel y se pintó las uñas. Su peluquera le hizo un peinado espectacular, como la ocasión merecía. Luego escogió un vestido acorde, uno impresionante, regalo del Líder por su cumpleaños hacía años. Escogió unos tacones a juego y metió el teléfono en el bolso. Algo se le olvidaba. El perfume. Puto perfume. ¿A qué clase de persona se le había ocurrido que había que oler a rosas en vez de a ser humano?

Pero no había otro remedio. A no ser que estuviera en casa tranquilamente o se reuniera con el Líder (que también renegaba de aquel meado de gato) tenía que echárselo. Una regla de la sociedad bastante estúpida, a su juicio. Como tantas otras.

El chófer la esperaba en la puerta. Cada uno de los nuevos edificios del Complejo Elefante era la sede de una Secretaría de Estado, e incluía toda una planta como residencia oficial de los Secretarios de Estado. En su caso había pedido la más alta. Al lado del cielo, con aquellas vistas que la enamoraban. Su edificio era el Palacio Rojo, que estaba a menos de cien metros del Palacio del Elefante, pero el Líder se empeñaba en ponerle un chófer para ir hasta él y volver. Decía que por seguridad. Y no le faltaba razón.

En el ínfimo trayecto releyó el documento que llevaba para el Líder Supremo, firmado y sellado. Aquel documento le producía sentimientos encontrados. Le gustaba el cargo que ostentaba, pero un contrato vitalicio no tanto. Algún día se cansaría, bueno, o no. Pero el Líder quería que firmasen todos un contrato de por vida. Tenía cierta lógica: no quería cambiar de equipo de gobierno mil veces, como le había pasado a su padre. Pero bueno. De momento ella estaba conforme.

Cuando llegó al Palacio se percató de la cantidad de limusinas que se apiñaban a la entrada. Seguro que todos los españoles estaban allí. En la República Unitaria de Georgia había cerca de treinta (¿Treinta y dos? ¿Treinta y cuatro? Bah, daba igual) familias cuyos ancestros habían dirigido al ejército del primer Líder Supremo, Guillermo el Conquistador, cuando huyendo de la Guerra Civil Ibérica se había refugiado en el sureste de los antiguos Estados Unidos de América. Guillermo había conquistado buena parte de la costa atlántica de Georgia primero, y luego Georgia, Virginia y Carolina. Su hijo Rainiero el Grande había conquistado Luisiana y Florida y había sometido a la resistencia, los llamados Ghosts.

El tercer Líder había sido Alejandro el Débil. Su nombre lo decía todo. Durante su mandato los Ghosts se habían reorganizado, matando a más de treinta españoles y cientos de nativos colaboradores con el régimen. Habían conseguido incluso organizar revueltas en las ciudades más grandes, así que el Líder Supremo había enviado allí a los españoles, para frenarlas y calmar los ánimos. Pero entonces el gobierno central quedó plagado de nativos y los españoles fueron relegados a un segundo plano. Sólo su familia se había quedado junto al Líder, con su padre como Secretario de Estado de Interior. Luego los Ghosts habían matado al presidente y a su padre le había dado un infarto. Y ahora tenían nuevo Líder Supremo.

Belén conocía al presidente desde el colegio. Habían ido juntos a clase, desde la guardería, y cuando todos los demás españoles se habían ido, sólo habían quedado ellos. Eran amigos íntimos, con una compenetración perfecta. Pensaban lo mismo, decían lo mismo, les gustaba lo mismo… nunca había problemas entre ellos. Nunca discutían. Lo único en lo que discrepaban era en la música, pero aquello eran “daños colaterales”. Sobre todo, tenían los mismos ideales políticos. Aquello era importante, sobre todo formando parte del mismo Ejecutivo.

El chófer le abrió la puerta y bajó, con el bolso en una mano y la carpeta en la otra. Estaba en el extremo de una alfombra roja que llegaba hasta la puerta y que estaba siendo recorrida por un hombre de pelo castaño. Guillermo Mijares-Vilariño, que había acabado en Charlotte cuando todos los españoles se habían ido, había sido de los primeros convocados. En el colegio habían sido amigos, así que lo llamó a voces.

-¡Guillermo! ¡Guillermo!

-No hace falta que le llames como a los perros, que está atendiendo a la prensa – dijo una voz familiar.

-Te has dignado a venir.

-Coño, si quieres me quedo en casa. Yo también me alegro de verte.

-Pues yo no.

-Buffff…sigues igual de repelente, ¿eh?

-Señora Sánchez-Centeno, señor Palacios, dejen ustedes de discutir – dijo otra voz. Esa no es que fuera familiar. Es que la oía todos los días.

-Líder Supremo – dijeron los dos al unísono.

-Bienvenidos los dos. Vamos con Guillermo. Sois de los últimos.

-Pues como siempre, no sé qué te esperabas de esta.

-¡Oye! – rió Belén. Lo malo era que tenía razón.

Se reunieron con Guillermo a lo largo de la alfombra y, charlando, llegaron juntos a la puerta. El vestíbulo estaba lleno de gente de su edad, casi todos españoles, dirigidos como ovejas hacia un gran salón. Había al menos 40 personas, y a la mayoría los conocía del Colegio Hispánico de Atlanta. Los demás, dedujo, serían maridos y esposas de algunos de los españoles.

Entraron juntos al Comedor de Marfil y enfilaron hacia la mesa principal, que era su lugar asignado. Por el camino se les unieron varios más. Belén los conocía a todos. Los agentes del CSP cerraron las puertas del comedor, y Belén tomó asiento a la derecha del Líder Supremo, con Guillermo al otro lado y una hilera de agentes de élite del Cuerpo detrás. Desde aquella mesa se veía sobradamente a los demás comensales, sentados con su ropa elegante, frente a elegantes manteles bordados, con copas de finísimo cristal, platos bellamente adornados.

Y oliendo a perfume.

2 comentarios:

  1. Coincido con esta mujer, el perfume en ocasiones es un coñazo...
    La verdad es que me encanta que hayas cambiado de perspectiva, el ver la misma historia vista desde una persona diferente te hace darte cuenta de algunos detalles importantes.
    Un beso Elefun
    Lena

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    1. Queda aún historia por delante, así que caerá algún cambio más... Un abrazo Lena!

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