¡Damas y caballeros! ¡Niños y niñas! ¡Elefantes y humanos! Pasen y vean un milagro...¡a Carolina!
Vuelvo a pedir perdón por tardar tanto, pero... ¡aquí está!
Un
hombre corría hacia ella. Carolina ya lo había visto antes, y no le gustaba
cómo la miraba, igual que ella miraba los regalos de los Reyes Magos antes de
abrirlos, queriendo saber lo que había dentro, con ganas de abrirlos. Llevaba
una larga gabardina marrón, con un par de manchas de algún líquido rojo, ya
secas, que no le gustaron nada a la niña. No supo cómo reaccionar, así que echó
a correr por el larguísimo paseo del río, pidiendo ayuda a gritos. Pero nadie
le hacía caso, nadie la escuchaba, nadie la salvaba de aquel hombre.
De
repente, se sintió caer. Había tropezado: alguien le había puesto la
zancadilla. Cuando levantó la vista, vio a Laura, a su Laura, riéndose de ella
y chillando “¡Ya la tienes, corre! ¡Corre o escapará!” El hombre de la
gabardina la oyó y se echo a reír también. Su risa era cruel y profunda, la
risa de alguien que quiere hacer daño. Carolina se levantó y corrió unos metros
antes de sentir un impacto en la espalda. Ahora Laura le había tirado una piedra
en la espalda. Seguía riéndose, y le lanzó otra antes de que el hombre pasara a
su lado, aún persiguiéndola. La segunda piedra la golpeó en la sien y la hizo
caer, con lo que el hombre de la gabardina saltó sobre ella. Mientras saltaba,
la gabardina se abrió y Carolina vio que no llevaba nada debajo. Donde sí que llevaba
algo era en la mano: un cuchillo. Al caer sobre Carolina, desnudo, le clavó el
cuchillo en un ojo. Ella chilló de dolor, se retorció y se despertó.
Estaba
sudando y gritando. Miró a su alrededor: estaba en su habitación. Se relajó.
Alargó el brazo hacia el interruptor de la luz para encenderlo cuando, de
repente, supo que no funcionaba. Ni siquiera lo había intentado, pero estaba
segura de ello. Igual que estaba segura de que había Algo en aquella habitación.
Olía raro, y notaba el calor de Algo más. Carolina no se movió y empezó a
susurrar “Papá, mamá, papá, mamá, ayudadme”. Pero ese Algo, Eso, la estaba
escuchando. Y Eso le habló, y algo en su interior se sintió halagada porque
aquella grandiosa (terrible, si, pero grandiosa) criatura la hubiera elegido a
ella entre todos los niños del mundo para aterrarla y devorar su alma:
-Ni
siquiera lo intentes, amiguita. No te oyen. Solo estamos tú y yo. Y sabes que
no puedes escapar. Voy a devorarte, vas a gritar y yo voy a reírme mientras
llevo tu alma con los fuegos fatuos, y a arrancarte los –la voz sonaba cada vez
más alta: Eso estaba eufórico- brazos y las piernas y a mandarte con todos los
demÁS, NO LO DUDES, PORQUE TÚ ERES MI VÍCTIMA!-y se rió, y la risa le dio más
miedo a Carolina que el hombre desnudo, y que la oscuridad en la que estaba
sumida.-¡PREPÁRATE A MORIR!
Y Carolina
chilló, como Eso había predicho, mientras se adueñaba de su cuerpo y su alma y
la destruía, y ella se despertaba otra vez.
Aquella
vez fue la definitiva. Lo sabía, porque estaba en su cama, porque al encender
la luz pudo hacerlo, porque estaba sola en su cuarto. Se levantó, salió de su
habitación y se dirigió hacia la de sus padres. Aunque la casa era enorme,
ellos habían querido dormir cerca suyo, por si pasaba algo, y ahora mismo
Carolina se lo agradecía, porque no quería ir por los pasillos a oscuras. Se
metió en el gran dormitorio y se subió a la cama. Su madre ni siquiera
reaccionó, pero su padre sí.
-¿Qué
pasa? ¿Te encuentras bien, Caro?
-No
puedo dormir, he tenido una pesadilla. Perdón por despertarte, papá.
-Tranquila,
tesoro. ¿Quieres dormir con nosotros?
-¡Sí! ¡Sí!
¡Sí! ¡Gracias, papi!
-¡Shhh!
Vas a despertar a tu madre… Anda, sube.
-No,
cariño, si ya estoy despierta. ¡Como te agarre, te voy a hacer unas cosquillas
que te vas a enterar!
Y
mientras su madre y su padre le hacían cosquillas y le daban besos, Carolina
reía y pensaba que allí, ni el hombre del cuchillo, ni Eso, ni nadie podría
alcanzarla.
Ya de paso, aprovecho para felicitar a alguien muy especial, que hoy
cumple añitos... ¡Felicidades, Sanders! Un besazo de tu elefante favorito:
Por un momento me has asustado :O
ResponderEliminarPobre Carolina, las pesadillas son algo que nunca nos dejarán, ni de niños ni de mayores. El miedo siempre estará ahi.
Esto cada vez se pone mas interesante, que ganas tengo de seguir leyendo sobre esta muchachita, un beso
Lena
Madre mía que angustia he pasado!!! Pobrecica mi Carolina! >< Que ganas de saber mas de ella ;) un besazo de tu hermanita!
ResponderEliminarQué mal lo ha pasado Carol (y yo de paso también)!! Vaya pesadilla!! No sé qué me da más miedo... si el hombre desnudo o Eso... ¡Buff! Espero que no haya muchas más pesadillas...
ResponderEliminarNecesito leer más!!! ^_^
Un besazo!!
Lurei Book
Si hubieras leído IT, de tu querido Stephen King, el hombre desnudo te parecería una chiquillada, no lo dudes.
EliminarUn saludo!!
Pues deberé leerlo!! ;)
EliminarBesos!!
Lurei Book