sábado, 15 de noviembre de 2014

Carolina III

¡Damas y caballeros! ¡Niños y niñas! ¡Elefantes y humanos! Pasen y vean un milagro...¡a Carolina!

Vuelvo a pedir perdón por tardar tanto, pero... ¡aquí está!

Un hombre corría hacia ella. Carolina ya lo había visto antes, y no le gustaba cómo la miraba, igual que ella miraba los regalos de los Reyes Magos antes de abrirlos, queriendo saber lo que había dentro, con ganas de abrirlos. Llevaba una larga gabardina marrón, con un par de manchas de algún líquido rojo, ya secas, que no le gustaron nada a la niña. No supo cómo reaccionar, así que echó a correr por el larguísimo paseo del río, pidiendo ayuda a gritos. Pero nadie le hacía caso, nadie la escuchaba, nadie la salvaba de aquel hombre.

De repente, se sintió caer. Había tropezado: alguien le había puesto la zancadilla. Cuando levantó la vista, vio a Laura, a su Laura, riéndose de ella y chillando “¡Ya la tienes, corre! ¡Corre o escapará!” El hombre de la gabardina la oyó y se echo a reír también. Su risa era cruel y profunda, la risa de alguien que quiere hacer daño. Carolina se levantó y corrió unos metros antes de sentir un impacto en la espalda. Ahora Laura le había tirado una piedra en la espalda. Seguía riéndose, y le lanzó otra antes de que el hombre pasara a su lado, aún persiguiéndola. La segunda piedra la golpeó en la sien y la hizo caer, con lo que el hombre de la gabardina saltó sobre ella. Mientras saltaba, la gabardina se abrió y Carolina vio que no llevaba nada debajo. Donde sí que llevaba algo era en la mano: un cuchillo. Al caer sobre Carolina, desnudo, le clavó el cuchillo en un ojo. Ella chilló de dolor, se retorció y se despertó.

Estaba sudando y gritando. Miró a su alrededor: estaba en su habitación. Se relajó. Alargó el brazo hacia el interruptor de la luz para encenderlo cuando, de repente, supo que no funcionaba. Ni siquiera lo había intentado, pero estaba segura de ello. Igual que estaba segura de que había Algo en aquella habitación. Olía raro, y notaba el calor de Algo más. Carolina no se movió y empezó a susurrar “Papá, mamá, papá, mamá, ayudadme”. Pero ese Algo, Eso, la estaba escuchando. Y Eso le habló, y algo en su interior se sintió halagada porque aquella grandiosa (terrible, si, pero grandiosa) criatura la hubiera elegido a ella entre todos los niños del mundo para aterrarla y devorar su alma:

-Ni siquiera lo intentes, amiguita. No te oyen. Solo estamos tú y yo. Y sabes que no puedes escapar. Voy a devorarte, vas a gritar y yo voy a reírme mientras llevo tu alma con los fuegos fatuos, y a arrancarte los –la voz sonaba cada vez más alta: Eso estaba eufórico- brazos y las piernas y a mandarte con todos los demÁS, NO LO DUDES, PORQUE TÚ ERES MI VÍCTIMA!-y se rió, y la risa le dio más miedo a Carolina que el hombre desnudo, y que la oscuridad en la que estaba sumida.-¡PREPÁRATE A MORIR!

Y Carolina chilló, como Eso había predicho, mientras se adueñaba de su cuerpo y su alma y la destruía, y ella se despertaba otra vez.

Aquella vez fue la definitiva. Lo sabía, porque estaba en su cama, porque al encender la luz pudo hacerlo, porque estaba sola en su cuarto. Se levantó, salió de su habitación y se dirigió hacia la de sus padres. Aunque la casa era enorme, ellos habían querido dormir cerca suyo, por si pasaba algo, y ahora mismo Carolina se lo agradecía, porque no quería ir por los pasillos a oscuras. Se metió en el gran dormitorio y se subió a la cama. Su madre ni siquiera reaccionó, pero su padre sí.

-¿Qué pasa? ¿Te encuentras bien, Caro?

-No puedo dormir, he tenido una pesadilla. Perdón por despertarte, papá.

-Tranquila, tesoro. ¿Quieres dormir con nosotros?

-¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Gracias, papi!

-¡Shhh! Vas a despertar a tu madre… Anda, sube.

-No, cariño, si ya estoy despierta. ¡Como te agarre, te voy a hacer unas cosquillas que te vas a enterar!

Y mientras su madre y su padre le hacían cosquillas y le daban besos, Carolina reía y pensaba que allí, ni el hombre del cuchillo, ni Eso, ni nadie podría alcanzarla.


Ya de paso, aprovecho para felicitar a alguien muy especial, que hoy 
cumple añitos... ¡Felicidades, Sanders! Un besazo de tu elefante favorito:

5 comentarios:

  1. Por un momento me has asustado :O
    Pobre Carolina, las pesadillas son algo que nunca nos dejarán, ni de niños ni de mayores. El miedo siempre estará ahi.
    Esto cada vez se pone mas interesante, que ganas tengo de seguir leyendo sobre esta muchachita, un beso
    Lena

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  2. Madre mía que angustia he pasado!!! Pobrecica mi Carolina! >< Que ganas de saber mas de ella ;) un besazo de tu hermanita!

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  3. Qué mal lo ha pasado Carol (y yo de paso también)!! Vaya pesadilla!! No sé qué me da más miedo... si el hombre desnudo o Eso... ¡Buff! Espero que no haya muchas más pesadillas...
    Necesito leer más!!! ^_^
    Un besazo!!
    Lurei Book

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    Respuestas
    1. Si hubieras leído IT, de tu querido Stephen King, el hombre desnudo te parecería una chiquillada, no lo dudes.
      Un saludo!!

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    2. Pues deberé leerlo!! ;)

      Besos!!

      Lurei Book

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