¡Y con esta entrada, queda cerrada la primera parte de Atlanta! En la siguiente cambiaremos de punto de vista, ya que para esta historia contaremos con varias perspectivas, es decir, varios puntos de vista. ¡Disfrutadla!
Tampoco había estado nunca en un despacho tan grande. Aquel era de al menos 80 metros cuadrados, tanto como todas sus habitaciones en la casa de Macon. El techo estaba alto, al menos cuatro metros, y era del mismo color que las paredes: blanco. El despacho tenía forma rectangular. Las paredes laterales estaban forradas de estanterías con libros, archivadores y miles de folios. En una esquina había un tocadiscos con al menos medio centenar de álbumes en un mueble a su lado. En otra, una puerta cerrada que probablemente diese a un baño.
El centro del despacho lo ocupaba una mesa de madera negra, enorme y alargada. A un lado, el enfrentado a la puerta de la habitación, había una silla de oficina. Al otro, dos sillas de madera acolchadas. Encima de la mesa había dos ordenadores portátiles, una pila de folios, varios cuadernos de cuentas abiertos, una lámpara art-nouveau, una maceta de cristal con una orquídea en flor y un huevo de Fabergé. También un vaso lleno de algún licor marrón oscuro y un teléfono móvil y otro fijo.
El presidente estaba de pie, de espaldas a ella, mirando por la ventana el espectacular paisaje que se abría ante él. La ventana no daba a Atlanta, sino al lado opuesto: las Montañas Rocosas, con sus bosques de pinos y sus cumbres blancas. El Líder Supremo, de al menos dos metros de alto, vestía un traje negro, con el pelo también negro y salvaje hasta los hombros.
-Date la vuelta, Julia – dijo.
Ella obedeció. No sólo la puerta rompía la monotonía de la pared blanca. A la derecha había un enorme cuadro, de más de dos metros de alto y ancho, en el que cuatro niñas con mandiles blancos posaban en el salón de su casa, junto a dos jarrones blancos y azules de gran tamaño y una alfombra azulada. A la izquierda, había otro cuadro, más pequeño, que mostraba un campo de amapolas con varias personas paseando. Al cuadro, pintado al estilo impresionista, le escoltaban dos grandes fotografías de actrices que llevaban siglos muertas. Sólo supo reconocer a Audrey Hepburn.
-A veces es bueno darse la vuelta. Nunca sabes lo que dejas de ver por no hacerlo. Son Las Hijas de Edward Darley Boit, de John Singer Sargent, y Amapolas en Argenteuil, de Claude Monet. Los dos cuadros originales, pintados hace más de un milenio. Me parece increíble que hayan perdurado, y todo un honor tenerlos aquí. ¡Dos de mis tres cuadros favoritos! Algún día sabré cual es el tercero - rió. - Y a las chicas de las fotos supongo que las conoces.
-Sólo a Audrey.
-La otra es Grace Kelly. Es mucho menos famosa, ciertamente. Pero es mi favorita. Las dos muertas también desde hace milenios. Y sin embargo, Desayuno con Diamantes me sigue fascinando.
-Es una película excelente, sin duda.
-Sin duda – sonrió. – ¿Quieres sentarte?
-Gracias – cogió una de las sillas y se sentó. El presidente se volvió y también se sentó, pero no al otro lado de la mesa, sino a su lado. Entonces le vio la cara. Tenía la piel oscura, acorde con sus ojos, y una nariz bastante grande. Toda su expresión facial estaba muy levemente desviada hacia la izquierda, al igual que sus gestos. Un par de lunares y una cicatriz a lo largo de la mandíbula del lado derecho adornaban su cara. Tenía unas manos de dedos largos y uñas mordidas. Muy mordidas. Las venas se le marcaban bastante en la muñeca, así como los huesos del brazo. La cicatriz no era nueva; las uñas sí.
-Dejemos los preliminares. Tutéame. ¿Cuántos años llevamos sin vernos?
-Creo que doce. Has crecido mucho, Líder Supremo.
-Y tú, Julia. ¿Qué tal tu familia?
-Maravillosamente. Seguimos siendo cuatro, así que…
-¿Y tu marido? Porque estás casada, ¿no?
-Lo estoy. La última vez que le vi fue esta mañana, antes de venirme.
-Espero que antes de la cena vuelvas a verle. Julia, dejemos esta charla para otro momento. De verdad, estaría hablando de nuestras familias y de cómo han cambiado nuestras vidas durante horas, pero hay un tema más urgente sobre la mesa. Sabes que he estado llamando a todos los mayores de las familias principales.
-Para qué negarlo. Sí.
-Y seguro que te ha sorprendido mi llamada, puesto que tu familia no es de la primera línea de la nobleza.
-Has dado en el clavo.
-Bien. Julia, ya está bien de nativos incompetentes que se llevan lo que es de los españoles. Cuando mi bisabuelo conquistó Georgia, no fue para esto. Vivimos en una república bananera llena de pobreza, corrupción, analfabetismo, inestabilidad, insalubridad y hambre. Voy a empezar de cero. Y lo primero es disolver el Ejecutivo y nombrar uno nuevo. Si os he llamado es para decidir quiénes deberían estar en él, y quiénes deberían regir las provincias, porque ya estoy harto de estadounidenses. Belén me ha dicho que estás en Macon.
-Así es.
-¿Qué opinas de la gestión de los Abella?
-Creo que hicieron lo que pudieron con lo que tuvieron. Macon es una cuidad horrible, pero al menos no ha empeorado desde nuestra llegada.
-He pensado que Mer sería una buena Secretaria de Estado de Organización Territorial. Viendo sus cualidades y su interés por la materia, considero este cargo perfecto. ¿Coincides?
-Coincido. ¿Y Loga?
-Secretaria de Estado de Cultura. Me parece bastante apropiado.
Julia lo dudaba. Había cargos mejores en el gobierno que aquel para Loga. Quizás...
-Si me permites el consejo, la veo mejor en Educación. Dices que el analfabetismo es un problema. Bueno, yo la veo a ella luchando día y noche para evitarlo. No lo soporta. O si no, en algún cargo dedicado a la igualdad.
-Me parece bien. Julia, una cosa más. Esta mañana han sido capturados tres adolescentes, de como mucho dieciocho años, pintando el emblema de los Ghosts en un callejón de Atlanta. ¿Qué hago con ellos? Loga dice que los deje ir. Mer que los obligue a pagar una multa. ¿Qué dices tú?
-Yo los fusilaría delante de la pared del callejón. Que se borre ese símbolo con su sangre. Por jóvenes que sean, están haciendo apología del terrorismo, y creo que hasta mi sobrina, que tiene 7 años, sabe quiénes son esos salvajes de los Ghosts.
-Gracias, Julia. Esta noche cenaremos todos los españoles de nuestra generación juntos. No faltes. El agente Larson te espera para escoltarte a tu habitación. Buenas tardes. ¡Ah! Sal por esa puerta - señaló a la pequeña puerta de la pared lateral.
-Buenas tardes, Líder.
Julia abrió la puerta y vio unas escaleras que bajaban. Justo antes de cerrar la puerta, oyó al Líder decir "Sandra Salvatierra". A Sandra solo la conocía de vista. Pero parecía agradable.
-Señorita Prieto, sígame, si no le importa. Soy el agente Larson.
Y mientras el señor Larson la llevaba a su cuarto, donde ya habían llevado su equipaje los miembros del servicio, Julia dio vueltas a la idea de formar parte del gobierno. Ojalá. Ojalá el presidente la incluyera. Ojalá como Secretaria de Estado. Ojalá.
Un final muy apropiado que ya me ha dejado muchísimas ganas de volver a retomar la historia. Muchísimas felicidades, esto es ya un best-seller!! (En serio, ¿cómo lo haces? ¿Tomas alguna poción o algo para escribir así de bien?)
ResponderEliminarBesazos!!
Lurei Book
De momento no es un best-seller...DE MOMENTO
EliminarY no, no tomo ninguna sustancia extraña, a no ser que el Nestea cuente jajaja
Un besoteee
Elefun
Un final interesante, y la verdad es que la conversación entre ambos me ha tenido totalmente pegada a la pantalla.
ResponderEliminarNo se que querrá finalmente el Lider de todas estas familias, pero pinta chungo...
Un besazo Elefun
Lena
Jajajaja me alegro, la conversación la tuve que hacer tres veces hasta que me convenció. La verdad es que el resultado me gusta bastante. ¿Quién sabe lo que pasa por la cabeza del Líder?
Eliminar